El cuarto estaba a oscuras y la luz que entraba por la ventana apenas alumbraba nuestros cuerpos, parecíamos una masa gelatinosa en medio de la oscuridad.
Su pantalón estaba por la altura de las rodillas y yo había comenzado a jugar con su panza. Era muy difícil identificar el color de su bombacha pero poco me importaba, asi que mi mano lentamente se introdujo por debajo de ella y tocó una pequeña conchita bien túpida y desarreglada que se hacía agua.
Su parte frondosa me excitaba muchísimo. Agité mis dedos muy rapidamente dentro de ella. Saqué algo pastoso y me lo llevé a la boca.
-¿Qué haces? – dijo ella. – ¿Te chupaste los dedos?
-No.
Estaba en la cama disfruntando de Sofía, de lo “demasiado” mujer que me parecía y de la poca seriedad que le poníamos al asunto.
-Lau – me dijo muy bajito. – hace mil que no nos veíamos. ¿no?
-Si, que loco.
-De golpe estamos acá, mejor dicho, hoy estamos en tu cama desnudos, mañana no sabremos… ¿no te parece raro todo esto, como muy tirado de los pelos? A mi si me parece raro y también me parece que estoy un poco borrachita. Pero… no se siente tan mal…Sos muy lindo ¿sabes?
-Ajá, - no sabía que contestarle – pienso lo mismo que vos, que todo es muy raro.
En el equipo de música sonaba algo de blues, guitarras con armónicas y después todo piano, dulce piano.
A Sofía le gustaba esa música y parecía exitada por ella, –logré que se rinda completamente al deseo–, pensé.
Entonces me tomó de los brazos acercándome a sus pechos y me besó apenas sacando su lengua e introduciendola en mi boca suavemente, estaba tibia. Tomamos aire. Luego nos enchufamos un largo beso de garganta, y nos devoramos unos minutos como dos víboras ciegas.
Estuvimos un buen tiempo pero no pude continuar con el asunto, era muy chica.
-Hey, me dio sueño, ¿querés dormir un toque? ¿No estas cansada? – dije.
-Estoy un poco cansada, si… Y no sé si dormir porque dentro de unas horas tengo que ir a la facu.
-Ok. – y cerré los ojos.
Al rato sentí una mano en mi verga que interrumpió mi sueño; Claro estaba que esta era una postura de alguien que no se quiere quedar con la leche en el ojo, Sofía comenzó a ordeñarme.
Desperté hecho un toro endiablado y me fui poniendo duro como un metal. Sofía me la sacudía muy bien, con su mano pequeña y mansa llevaba los tiempos de la melodía y me balbuceaba al oído:
-¿Te gusta así de fuerte?- el desliz era perfecto. - ¿o más rápido?
-Dale más rápido… me gusta más así.
Diez minutos después le bañe la mano en semen y supe que había sido la mejor paja de toda mi vida, luego me dijo:
-No sé porque siempre me gusta la gente equivocada.
Tenía razón.
La abracé y nos dormimos. Sonó el despertador a las 7, le abrí la puerta y se fue a la facultad; tenía ganas de estar solo.