La cara que ponía Frosty cuando le pinchaban el globo era desagradable para cualquiera. Le pasó con unos muñecos que llevaba guardado durante años en el placard, un día los quiso vender en el Parque Rivadavia y me acuerdo que dijo: -¡Ahora voy y los reviento en el parque!- Y Así fue, lo logró. Pero lo logró con impedimentos y barreras que la vida misma nos pone a prueba, todos los días.
Llegamos en subte, apurados porque ya era tarde. Los puestos estaban cerrando y como de costumbre nosotros siempre raspando el tiempo. Nos paramos en uno que tenía las revistas de Spiderman a la vista y las Dragon Ball casi a mitad de precio que los demás. De pronto pasó un chico y le pinchó el globo, así como así, de guapo. Frosty rechinó los dientes. A los segundos pasó otro chico y le pincho con un alfiler el segundo globo que traía sujetado en la mochila. Frosty comenzó a desesperarse y a preguntar que clase de organización haría estas cosas. Un último niño se acercó cauteloso, arrastrando los pantalones, casi se cae cuando se le trabó en una baldosa floja.
-Los muñecos, danos los muñecos o te pinchamos el globo-
Así fue que Frosty además de pinchar su último globo con los dientes reventó los muñecos en pleno pavimento; los piso y los pisó hasta cansarse.
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