viernes, 18 de diciembre de 2009

Antes del Año

Quisiera empezar con esta frase " you can´t always get what you want"

No siempre sale todo como uno quiere, es la regla redundante y monótona que se impregna en la piel como un tatuaje, pero que a veces es difícil de ver porque se esconde bajo nuestras ropas y la olvidamos. Muchos somos víctimas del olvido y contraemos un sentimiento de "fraca", nunca seré otro y seguramente siempre siga siendo el mismo.
Si hablar de vientos este año se llevó muchas cosas, empresas, hojas y sentmientos. Hubo personas desaparecidas y no muchas encontradas, pero los amigos y la buena mezcla quedaron. Se quedaron mi Viejo y mi Vieja a seguir aguantando la travesía mundana, gracias, más no puedo pedir.
Con un comienzo de vacaciones en Gessell, volviendo y metiendome en 2 cursos de escritura se conocen personajes de películas. Disfruté el Kung Fu para sacarme las malas energías, el arte del movimiento oriental como defensa y práctica deportiva, una joyita que todos deberían lucir en el dedo pulgar de su mano. La computación sigue viento en popa parece un futuro declarado.Y Por último volví al dibujo, a reencontrarme con el pasado para traerlo a este tiempo y transmformarlo en gloria. Sin más palabras imagino una vida artística y es el deseo profundo de mi corazón, quien sabe, el tiempo dirá.
Muchas cosas hechas que a veces me traspasan sin tener noción del tiempo, mucha motivación y pereza como también iniciativa y vaguismo. Extremo absoluto como sinceridad brutal son condimentos de mi vida; aunque espero algunos otros por ahora trato de conformarme con esta realidad mientras vivo en mis sueños y ficciones dirias.
Mi vida una sucesión de cambios, espero siempre el progreso como también lo busco! Felicidades todo los que lo intentan día a día !

miércoles, 2 de septiembre de 2009

Tiempos de Reposo

Que tal lectores, ¿lectores?... Este es un gran saludo en realidad a mi mismo, que hace mucho que no escribo en este sitio. ¿La razón o el por que? no lo hay, puro aburrimiento nada más.

Tiempos perdidos o tiempos donde el ser llama a nuestra ayuda, el ser que maneja nuestra cabeza. Y digo esto porque vamos camino a eso, a que nos manejen la máquinas, imaginense que dentro del cuerpo existe un hombrecito chiquito escondido que mira por nuestros ojos, eso somos, un hombrecito de mierda maniobrando movimientos: Domir, Comer, Cagar, Coger, este último no es general para todos pero clasicamente se desea todos los días. Entonces tenemos un hombrecito escondido que maneja un cuerpo en un mundo donde existen otros hombrecitos que hacen lo mismo, que genial o que patetico. Pensar que somos una mierdita que puede llegar a ocasionar tantos males y en estos Tiempos de Reposo, así los denominé (si lo habrá escuchado algunas personas salir de mi boca) Todo se pierde y se tranforma. Escuché de amigos que han roto con sus novias, de gente que encaminó su vida para un lado contrario al que estaban, otras tantas no, pero se les dió lo que tanto venían anhelando desde hace meses: Terminar una carrera, empezar algo, concretar con una chic@.
Tiempos en los que hay que dedicarse a uno mismo y concentrar toda su energía en el yo (Freud se revolcaría en su tumba si escuchara estas palabras) y sin perder el objetivo inicial. Dejar el Todo para dedicarse al Único, al Nuestro, a ese hombrecito de mierda que pide todos los días que lo mimen con el egoismo. A ese Conchudo que tenemos adentro hagánle caso porque hoy, este año y no sé cuantos más, nos guiará hacia el triunfo!

viernes, 3 de julio de 2009

La Escuelita

“ Si señor, los ciegos somos muy desconfiados”. Ofelia gritaba estas palabras sin descaro en el medio del salón y como plantando un palo de madera en la cerámica hacía berrinche. En realidad lo que golpeaba era su baston blanco, hasta que bajó la cabeza y tomó asiento. Se la veía irritada. Había mucho barullo. Eran como diez ciegos hablando y hablando encima de los otros que también hablaban encima de esos.

A los ciegos nadie les gana, si de hablar se trata pueden contarte como perdieron una media en la casa y como la volvieron a recuperar luego de una hora, cuando sin querer se agacharon a buscar el pañuelo que se les cayó.
Una travesía maravillosa y desmedida nos chupa en sus relatos; donde nos meten en barcos, grandes o pequeños y nos hacen naufragar como ellos lo hicieron en su experiencia, contando cada detalle ínfimo y sensorial sin dejar de lado sus sentimientos. A veces los observo y los escucho y parecen escritores orales, relatores, cuentistas, guionistas de sensaciones. Y aunque su mirada vacía y desviada carezca de vida, todo esto se desgrana cuando se mueven y hablan, viven. Cuando están empecinados en escuchar se quedan quietitos en su lugar cabizbajos o cabiz-altos, en modo estatua, con su pera a cuarenta y cinco grados del cuello y cualquiera que los observa diría que son los encargados de corregir los detalles del techo, cualquiera que no supiera su estilo de vida. Pero el cieguismo es un modo de vida que se aplica también a los videntes, casualmente a los que no les grada mucho la realidad y la moldean a su parecer, aunque ahora, el tema que realmente nos importa es el Cieguismo en su mas pura fuente y sustancia, los que perdieron la vista o nacieron sin ella. Los hay grotescos y ásperos, también otros completamente aseñorados y detallistas, y algunos de estos desfilan por la escuelita de la Av.Independencia.

Resulta que en la escuelita los ciegos estaban aburridos. Esperaban su clase de Psicomotriz (lo mejor para esos momentos es mover un poquito la lengua. No importa si miran para acá o para allá, la mandíbula se cierra y abre a desmedida, la cuestión es mantenerla en ejercicio. Sí señor, los ciegos en grupo se transforman en tumulto, pajaritos caídos del nido pisando tierra firme y criticando el porque de sus “alas” desplumadas).

Ofelia se tranquilizó cuando oyó la voz de Cándido, que venía desde dos asientos más lejos que ella. Mientras acomodaba su pelo blanco y enrulado, apretaba la boca tratando de reducir la espera que Cándido le había advertido desde un principio. Aunque la charla era medio a los gritos y medio a un volumen razonable, el que no se salvaba era Roberto, que estaba entre ellos dos. Roberto se convirtió en el condimento de un sanguche dialéctico del que participaba exclusivamente con su presencia. Escuchaba y de a momentos opinaba con sus cejas. Ceja en alto, ceja aliviada, y por ahí también se vió una ceja fruncida y una frente con surcos y arrugas.
Estaba en modo estatua pero cabiz-alto, más bien para el costado de Candido que le gustaba hablar bajito. Ofelia lo repelía con su manera interminable de cocinar una sopa y Cándido le tocaba la mano de golpecitos como anticipando una gastada a la ciega.
Sé escucho en el barullo a Cándido diciendo que el día anterior había visto una película muda de Chaplin y que le había gustado mucho; luego se apretó un poco la bufanda y dejó ver una sonrisa al costado de su cara. Después de un momento se giró hacia la pared porque notó que su comentario no había repercutido en el trío.

En cambio, Roberto, “el distante”, apuntaba hacia la puerta. Estaba sentado apoyando su pera en el bastón recubierto por sus manos, tieso e inmóvil. No prestaba mucha atención al discurso de cocina que Ofelia desenrollaba en su oreja izquierda. Ni tampoco parecía que atendía a los otros que piaban de impaciencia. Estaba sumergido en él, hundido y afilado, tramando quien sabe que cosa. Pero de vez en cuando salía del modo-estatua y acomodaba su jockey porque creía que se le caía para un costado...

Yo los miraba a todos desde la otra punta del salón, al lado del pasillo, lejos de la estufa y de las sillas. Lejos porque no quería interrumpirlos y dejarlos en su ámbito. Lejos y casi de incógnito.
Nunca había escuchado tanta alegría y pasión por contar anécdotas cotidianas, tantos adornos, tanta supervivencia. Pero de pronto ese ambiente caluroso se quebró cuando Roberto despertó: Ahí viene- dijo.
A mi costado en el pasillo del fondo, apareció una mujer que traía una libreta.
Los ciegos se callaron y el silenció reinó durante veinte segundos, el mismo tiempo que le llevó a la mujer llegar hacia ellos. Roberto fue el primero en alargar el bastón y acomodarse el jockey, atrás le seguía Cándido que ya tenía la bufanda en la mano, tenía calor. Ofelia y los demás los siguieron. Comenzaron su peregrinación hacia el salón especial de Psicomotriz en filia india, picoteando las paredes con sus bastones y conducidos por una voz femenina. La profesora los anotaba en su libreta cuando respondían a sus nombres.

jueves, 4 de junio de 2009

Bloody Crime Rouge

Alfredo era un hombre como todos los demás, se levantaba (le hacía ojitos a un poster que tenía en su pared de Kurt Cobain) temprano para ir a trabajar, volvía a su casa como a las seis de la tarde, saludaba a su familia y pasadas las diez se acostaba en su cama a leer un libro. Pero también era aficionado a la música, así que los fines de semana los dedicaba completamente a tocar la guitarra y a grabar algunas pistas en el estudio.
Por ser tan individualista su familia lo sufría bastante, a veces hasta hablaba solo cuando comía en los almuerzos y por la noches no era algo distinto. Su esposa, Silvia, hacía lo posible para revertir estos malos tragos pero la falta de comunicación y la indiferencia con los suyos era como respirar para él.
Alfredo tenía otra mala costumbre, la de asentar con la cabeza y pronunciar un “sí” automático a la hora de contestar, como cuando a uno le preguntan como está y siempre tiende a responder:¿bien y vos? (renunciando al verdadero estado de ánimo solo para aligerar la charla).“ Ya va”, “esperame cinco minutos” “ no puedo en este momento”, “no ves que estoy con esto”, esas eran algunas de las respuestas de Alfredo.

Un día se fue apurado pero alcanzó a desayunar, y su mujer le enchufó un beso importante, unos de esos buenos y carnivoros (se había pintado la boca con el nuevo lapiz labial Bloody Crime Rouge, impacto profundo de mujeres: así decía la propaganda). Aquel día tomó el veinticuatro que lo dejó en Florida y Corrientes y caminó las mismas cuadras de siempre para llegar a su trabajo. Lo vió a Carlitos, el guardia de seguridad, y quiso saludarlo pero no pudo. Pasó delante de él, ejecutó el saludo y sonriente movió la boca, Carlitos se lo quedó mirando. Ya en el ascensor le pasó algo parecido aunque no lo entendió. Una mujer (se podría decir que compartía el ascenso con la clásica secretaría calentona que usa sus anteojos como medio de seducción, y no vale dejar atrás el pequeñísimo detalle del primer botón de la camisa desprendido y la corbata suelta) le preguntó a que piso iba (olvidé el lipstick rouge bloody crime), él la miró y respondió el siete.

-El siete… -miró hacia abajo. -el siete…(silencio) -el siete…

Ella continuaba esperando la respuesta de Alfredo por lo que tuvo que hacerlo por él mismo, presionar el botón y esconder su enojo (la belleza de esta mujer opacaba sus verdaderos sentimientos y no quería parecer descortés).
Finalmente la secretaria se bajó en el quinto, se fue mirando de reojo, y sonriente Alfredo (tratando de disimular su ira) quedaba atrás mientras la puerta del ascensor se cerraba. Los ruidos de sus tacos se escuchaban todavía desde el sexto.
¡Tin! El sexto. Salió confundido y apurado. Sus compañeros lo saludaron. Como pudo pasó indiferente ante todos, sujetando el maletín y llevándolo al pecho se dirigió a su oficina, traspiraba.
Se limpió la frente para empezar y lo siguiente que hizo fue tomar un vaso de agua del Despencer del rincón, se tranquilizó y leyó algunos papeles que le habían dejado el día anterior.

Al ratito a su jefe se le llenó la cabeza de preguntas cuando leyó un informe que Alfredo había realizado días atrás(un discurso, a esto se dedicaba él, a motivar a los empleados de la corporación Hanson), se enteró que ya había llegado y fue dispuesto a preguntarle sobre… (no sé, el jefe necesitaba explicaciones y punto).


Toc! Toc!-¿Alfredo puedo pasar?- y se adelantó como es costumbre de todos los jefes.
¡Gerardo! ¿Y ahora que hago?- pensó.
–Bueno, mirá: estuve leyendo el discurso (Alfredo se anticipó, tomó un pañuelo y se lo puso en la boca) y me pareció algo redundante acá cuando hablas de la libre elección, no hace falta que lo cambies, suprimilo directamente. –Gerardo se detuvo, hizo una pausa y posó los ojos sobre el empleado.
-¿Qué pasa Alfredo?¿con tos?¿ nervioso?..Y sí, no todos los días son como hoy. Hoy es un día especial y vos vas a ser especial de ahora en adelante. Estoy completamente seguro que te levantaste sintiéndote otro, un hombre distinto y renovado, un hombre con mas oportunidades (Alfredo miraba atento mientras el sudor empañaba sus anteojos) un hombre…¿se puede decir entero, no?- lo trató de palmar en la espalda pero Alfredo se hizo el que estaba buscando algo en el cajón.
-Cof, Cof.- disimuló una tos áspera y polvorienta.
- Je je, siempre el mismo vos, bueno…( Gerardo se refregó las manos) Faltan cincuenta minutos para el acto así que te quiero bien vestido; cualquier cosa pedile a Gimena, mi secretaria personal que te vista- Sonrió picaramente y finalizó con…- No grites demasiado, guardá la energía para el discurso.

Gerardo se fue tan rápido como entró y Alfredo tiró el pañuelo al cesto de basura de un saque. Se agarró la cabeza varias veces y se la masajeaba como si eso le pudiera devolver el habla.
¿Por qué?- picaba y repicaba como una pelotita de ping-pong esa gran pregunta en la cabeza de Marcelo Alfredo. -¿Por qué hoy?
¿Por qué no mañana o ayer?
Se realizó las mismas preguntas que nos inundan cuando estamos en un gran problema, y mojado se quedó.
Fue al baño a ver su rostro y ahora sí, Alfredo confirmando su desgracia, y bañado en ella, acudió a la única posibilidad que cualquiera podría tener en estos momentos. No al toallón, no a la estufa que todo lo seca sino a la simple idea de llegar húmedo al discurso y salpicar a todos con sus palabras…
¿Pero cuáles? ¿Aquellas que se escuchan solamente en su cabeza? ¿o aquellas que nacen y mueren dentro él?¿ o aquellas sordas que nadie escucha pero que se hacen notar por sus labios? Aturdido miraba en el espejo mientras se limpiaba la tristeza que le goteaba de sus ojos.

Sse limpió la frente rendido y la cara se lavó pensando en sus hijos, en su mujer, pero mas que nada en él. Acomodó su pelo lacio y rubio con una bandita elástica que agarró del cajón. A sus anteojos lo limpió con detergente que encontró debajo del lavado, y quiso vestir bien para el gran discurso, el discurso pasado por agua que todos esperaban y él, mudo, lo escurrirá en pleno acto.
Le pasó por la cabeza Gimena, pensó en que tal vez un buen grito, lujurioso y trabajado le salvaría la vida en esos momentos. Pensó también en su buen ojo para la ropa, en su lentes, en sus gemidos y quejidos, en su camisa abierta y también en su aroma a crema de enguaje, pero no podía hablar y eso era todo lo que le importaba (Ir al acto contemplaba una serie de proyectos que ahora no servían, sueños que se ahogaron en un jarrón de voces mudas y palabras recortadas con machetes de falsas ilusiones, todo eso era insignificante).
¿Qué clase de funeral es un funeral si falta el finado? Ya era tarde y se escuchó que la puerta se abrió de un tirón, la secretaria lo había ido a buscar. No había vuelta atrás, al igual que María Antonieta, se inclinaba ante el ángel negro y caminaba heroico a la guillotina, a su sentencia.

Subió escoltado por Gimena que orgullosa estaba de él, no hablaba, pero lo afilaba de reojo mientras oprimía sus manos a la altura de la pelvis y el calor aumentaba dentro de su falda. ¡Tin! Piso veintitrés. Las fantasías de la secretaria se borraron instantáneamente cuando el ascensor abrió sus puertas, y allí, un caudal de personas trajeadas y listas a recibir su bendición empresarial esperaban inquietas en el salón.

¡Alfredo, te espero en el ascensor!- le balbuceó Gimena al oído, un poco de blody crime rouge quedó pinceleado en su oreja.

Miró a su alrededor, personas y más personas. Atrás, un ascensor abierto con la fiel imagen de Cerberos que esperaba clavar sus colmillos a la vuelta, adelante, el Tártaro, no cabía duda que ya había traspasado las puertas del inframundo. Arrugó sus labios y no tuvo mas remedio que sumergirse en la muchedumbre, a salpicar, a salpicar y a salpicar. Minutos después se escucharon aplausos, ovasiones…

Esa noche llegó temprano para cenar, Silvia ni lo oyó entrar pero ya tenía preparada la comida. Sus hijos estaban mirando la tele y lo llamaron, pero él se dirigió a la habitación.

Hoy el libro no- pensó. –Y mañana las grabaciones en el estudio tampoco. – soltó todo con un suspiro.

Silvia no tardó en llegar, se desnudó frente a él esperando algún comentario por su nuevo corte de pelo y sus nuevas prendas femeninas, pero no tuvo respuesta.

-¿Hoy es un día de cambios, no mi amor?¿ te gusta lo que tengo puesto?- se acurrucó y tomó su posición, lo acosó delicadamente - ¿pasa algo?- un beso profundo le sacudió el alma.

-No puedo hablar, estoy mudo- (silencio) – ¡Pero no puede ser, no pude hablar en todo el día! ¿Por qué ahora?- se agarró la cabeza pretendiendo sacarsela de cuajo – no lo entiendo.

Mi amor, ¿vos crees en la fortaleza de los besos, el impacto profundo de las mujeres? Yo sí.

Los chicos acostados y ahora ella se dormía en lo brazos de su esposo. Alfredo se dio vuelta a mirar la pared. Cobain yacía roto en el piso y sus pedacitos se estaban volando porque Silvia se olvidó de cerrar la ventana antes de acostarse, ya era tarde para ponerse a limpiar.

sábado, 16 de mayo de 2009

Tango

Mambo estaba durmiendo y yo me había despertado temprano porque me atacaba la impaciencia. A Emilia se le había hecho tarde, desde las ocho que andaba paseando por toda la casa hasta que se decidió. El café con leche se le hirvió por quedarse cincuenta minutos demás en el baño, cincuenta minutos que para mí eran sagrados, cincuenta minutos que le dedicó pura y exclusivamente al arreglo de su cuerpo. Se peinaba delicadamente, hacía retoques ultrasuaves debajo de sus ojos y pintaba su boca de una manera exquisita, como cuando se corta un rulo de manteca. Yo la veía desde mi lugarcito en el rincón del living. Había dejado la puerta entreabierta y mientras Emilia apoyaba una pierna en el banquito aterciopelado de la esquina sedosamente pronunciaba un nombre, un tal Carlos. Lustraba sus piernas con una crema que le había traído su hermano en un viaje trillado a Puerto Rico para ver Marita. Se trataba de un mejunje de corales blancuzco y espeso como una sopa y ella se lo pasaba sin preocupación alguna. Sus piernas lo recibían contentas, agraciadas por el simple acto de ser encremadas y las manos deseaban no terminar jamás con su tarea.

Yo no sabía qué hacer, si empezar un escándalo, rezongar o tratar de conciliar el sueño, me recosté entonces al lado de Mambo pero un olorcito sápido me llamó la atención. Escuché a Emilia salir del baño, casi me pisa cuando se fue a la pieza. Se vistió de un giro, y disparó a la cocina.

Mambo se despertó gruñendo como de costumbre, y rascándose la oreja con la pata sucia me frunció el ceño. ¿Por qué no nos habíamos ido aún? Eso me quiso decir con su mal humor vespertino y ¿por qué no lo había despertado?, era otra de sus quejas mudas.
Emilia no hizo otra cosa más que renegar por el café con leche hervido y desparramado en el piso, y por mí, que no me aguanté probarlo. Cuando me vió lamiendo los restos se acomodó la gorra hacia adelante y me reprendió con su mirada ardiente.¿Qué más podía hacer para olvidarme del tiempo? Tendríamos que haber estado en la plaza hacía ya mas de una hora y ella, cambiando su imagen de payaso a persona decente. Me echó de la cocina apuntándome con el aerosol (que me da miedo) y sermoneando algunas palabras que no llegué a escuchar, todavía le faltaba ponerse el saco. Mambo estiraba sus patas velludas a lo largo del living y bostezaba contento por el retraso de Emilia, se había despertado ofuscado y logró sobrellevarlo, pero mi caso era el contrario, me quedé esperando en la puerta.

Cuatro días atrás triangulaba el corralón de la plaza, corría contra el viento y el tiempo no existía. En una de mis interminables vueltas al perímetro la ví a Emilia sentada en su banco de la plaza predilecto, uno verde donde afloja sentimientos todos los días cuando me lleva a pasear. A veces se entusiasma leyendo novelas románticas que le trae su hermano de afuera, las compra en sus viajes cuando va a ver a Marita. Otras veces se queda pensativa mirando el piso, acomoda sus mechas de pelo y cuando se cansa se coloca su gorra naranja; luego mira de un lado al otro para evitar el choque con la realidad.

Ese era un día de novelas y se presentó como tal. Un muchacho rubio, a medio afeitar, se le acercó y contagió a Emilia de una alegría casi única. Hablaban y reían, hablaban, gesticulaban; él se paraba para actuar sus historias y ella mostraba sus dientes mientras lo afilaba con su mirada, hacía mucho que no se la veía así.

Corrí jadeando hacia ella cuando me gritó desde el banco. Él se acerco y acarició mi espalda como tendiendo la cama de un príncipe y adiviné sus intenciones en pleno acto.
Lo que no adiviné fue que me iba a enamorar de su mascota, Yaina, una Haski esbelta y majestuosa de espíritu jovial, apareció realizando movimientos de cadera al ritmo de un compás suave que solamente nosotros captamos y el aire se endureció. El muchacho, el banco y la plaza de pronto se achicaron. Emilia se agachó a saludar a Yaina y luego fue mi turno, pero un tirón de correa prohibió mi ademán, casi me ahogo y nos fuimos bastante rápido porque Emilia pensó que me había pasado algo serio.

De vuelta a casa Emilia lucía encantada, llena de algo que le había dejado ese muchacho. Yo miraba hacia atrás, donde el corralón se alzaba como un gigantesco escenario, la estrella principal todavía corría entre los perros de la plaza y aullaba por mi agitada retirada.

En una de sus bajadas a tierra Emilia se confesó:

-¿Sabés una cosa Tango? ¡El sábado tenemos que volver a la plaza! -y añadió ansiosa – ¡A la misma hora, no te olvides, a la misma hora!

Ese sábado era hoy y me extrañaba que Emilia estuviera tan inquieta e irresponsable. Quizás los nervios, quizás la barba cautivadora, los gestos asimétricos ¿Por qué se tardaba tanto? De la cocina al dormitorio nuevamente. Tropezó con Mambo que recién se adentraba en el mundo de los sueños. Murmuraba palabras sucias mientras se cambiaba los zapatos, no le gustaban los que le había traído Juanjo de regalo en uno de sus viajes. Volvió al baño y descubrió un tajo del tamaño de un alfiler; yo, mientras tanto, menguaba el momento afilando mis uñas contra la puerta.

-¿Justo ahora? -eso mismo pensé yo. -¡Justo que me tengo que ver con Carlos!

Se remendó el brazo y de pronto se dejó caer.¡Tum! sus rodillas contra el suelo. Se agarró la cabeza y desechó su gorra. Mambo no quería intervenir y se quedó donde estaba, sin embargo yo acudí rápidamente a su rescate. La vi lloriqueando, entregada y sin voluntad de pararse, parecía rendida.

-¿Qué pasa, Tango? … No puedo ir.

Brinqué, ladré, lamí, giré, busqué mi cola por unos minutos dando vueltas y vueltas hasta que me mareé. Volví a ladrar.

-Está bien, Tango, ¿hoy no fuiste al baño, no? -me alineó con su mirada suave y transparente, envuelta en vigor se levantó y acomodó su pelo una vez más.

-¿Vamos? -sonrió.

lunes, 4 de mayo de 2009

Vivencias de un cactus

Resulta difícil de contar por estos medios pero lo voy a hacer ya que fue una linda experiencia, quizás no la mejor pero sí una de muy pocas.

Me conseguí un trabajo en la ciudad, algo monótono y de lo que se puede decir que está de moda. Me trasladé con urgencia cuando recibí el llamado tan esperado. Viajé sentado en primera fila los mil seiscientos veinte kilómetros que hay de Salta a Bs.As. En Retiro me esperaba un taxi que me llevó directamente a las oficinas. Allí me hablaron de gentileza y amabilidad y yo les dije que eso tal vez sea un inconveniente, pero me tomaron a prueba.

Resultó que mi perfil daba con lo deseado, mi personalidad eléctrica atraía a las personas, mi figura salpicaba gracia y el sombrero elegante que vestía le daba un cierre perfecto a la entrevista, me contrataron.

Empecé un lunes por el mañana plantado en la esquina de Sáenz y Lynch. Al cabo de diez minutos tenía un grupo de personas reunidas preguntándose qué hacía un cactus parlante con un sombrero marrón en esta ciudad. Yo gritando"Empanadas del norte" y ellos, escapando del contacto verbal.

Al cabo de una semana solo podía decir que primeras jornadas eran agobiantes; me costaba llegar al público, el húmedo invierno de Bs.As. no era el lugar propicio para un cactus del altiplano como yo. Pinchar a las personas cuando entregaba los panfletos se tornó un vicio desagradable, y en mi opinión no se debía a mi forma de vender sino que me faltaba algo más.
Un día camino a la oficina pasé por una casa de ropa antigua y me enamoré de un sobretodo marrón clarito, que afortunadamente hacía juego con mi sombrero. Entré por él y además me terminé llevando unos guantes negros de cuero.

Llegaron entonces los tiempos dorados, y me atrevo a decir que la gente sonreía cuando me veía, los panfletos se repartían solos, sin quejas, las agujas ya no pinchaban y el problema del frío estaba resuelto. Con el correr del tiempo logré ser el personaje del barrio, con propagandas y anuncios televisivos. A mi jefe se le ocurrió establecer un horario para tomarme fotos, gente de las afueras llegaban a Pompeya preguntando exclusivamente por mis actuaciones y lo que empezó con un simple reparto de papeles se convirtió en un aclamado show callejero. Entre otras cosas, le saqué el puesto a la gallina Robertita que regalaba huevos dos esquinas más arriba...
Pero lo bueno no dura demasiado. Una mañana olvidé el atuendo y los guantes en casa, ese día me rehusé a trabajar pero el jefe me convenció con la triste idea de que la ausencia de una estrella no sería bien recibida por mis fanáticos. Me presenté en la esquina como todos los días.
No sé si fue la emoción o el afán de abrazar su figura predilecta, pero aquella nenita se abalanzó al verme parado haciendo mis artilugios. No la ví llegar. Su madre me crucificó en plena calle. La pobre nena lastimada soltó un – cactus malo, buaa –,que me partió el alma, cuando se la llevaban en la ambulancia hacia el hospital.

Hubo quejas y revuelo, gente a favor y en contra que me sometían a pequeños juicios. Hubo otros que clamaban justicia y cortaron la calle. Alguien de por ahí terminó diciendo que como puede ser que un cactus ande suelto por el barrio sin protección, sin ropa; que algún día sucedería una tragedia. Y así fue, sucedió.

La policía se arrimó al lugar del accidente. Me embolsaron con un plástico transparente que uno de los vendedores ambulantes facilitó en el momento, y me subieron al patrullero. Desde la ventana del auto podía ver a la gallina Robertita que cabizbaja intercambiaba miradas vacías de nostalgia, la esposaron. Me enteré mas tarde, de que algunos de los huevos que regalaba Robertita estaban podridos, o en su defecto, con pollito adentro. Qué dolor, qué vergüenza.
Los días siguientes caían como baldazos de agua fría, insostenibles, cargados de dolor y sufridos a tal punto que llegaron a preocuparse por mi estado de ánimo. Era imposible dejar de pensar en la idea de haber lastimado a un ser humano tan pequeño…

Varias semanas pasaron y el barrio cambió, se habían olvidado de este cactus que una vez fue el orgullo de Pompeya. Me adherí entonces a los vicios, y largas noches de puro vino mendocino trataron de llenar lo que una vez fue y no pudo ser más.

Un día relajado en la puerta de una casa, un niño se digno a mirarme y me reconoció.

-¡Yo sé quién sos, Antonio el cactus parlante!
-Así es muchacho, ¿tenés una moneda? ¡O te pincho!-

El muchacho sonrió y se fue brincando de alegría, esa fue la última persona con la que hablé. Dormí en algunas plazas simulando ser una simple plantita silvestre parada al lado de los árboles, hasta que un día reaccioné.

Lo convencí a mi ex jefe de que me prestara un poco de dinero y me reservé un pasaje a Salta. Llegué deseando nunca haber salido de allí, pensando en la dulce tierra natal y en su gente que se habría enterado del escándalo por las noticias.

Entré por la puerta trasera de casa, era de noche y no quise despertar a nadie. Mi mujer estaba durmiendo. Mi hijo en su habitación como debía ser. Una luz resplandecía en su cuarto, me acerqué de a pasitos hacia su cama. Contemplé un cactus chiquitito, aferrado a la foto de su padre, que dormía feliz y contento, al final del día lo que importa es Él.

Reventar

La cara que ponía Frosty cuando le pinchaban el globo era desagradable para cualquiera. Le pasó con unos muñecos que llevaba guardado durante años en el placard, un día los quiso vender en el Parque Rivadavia y me acuerdo que dijo: -¡Ahora voy y los reviento en el parque!- Y Así fue, lo logró. Pero lo logró con impedimentos y barreras que la vida misma nos pone a prueba, todos los días.

Llegamos en subte, apurados porque ya era tarde. Los puestos estaban cerrando y como de costumbre nosotros siempre raspando el tiempo. Nos paramos en uno que tenía las revistas de Spiderman a la vista y las Dragon Ball casi a mitad de precio que los demás. De pronto pasó un chico y le pinchó el globo, así como así, de guapo. Frosty rechinó los dientes. A los segundos pasó otro chico y le pincho con un alfiler el segundo globo que traía sujetado en la mochila. Frosty comenzó a desesperarse y a preguntar que clase de organización haría estas cosas. Un último niño se acercó cauteloso, arrastrando los pantalones, casi se cae cuando se le trabó en una baldosa floja.

-Los muñecos, danos los muñecos o te pinchamos el globo-

Así fue que Frosty además de pinchar su último globo con los dientes reventó los muñecos en pleno pavimento; los piso y los pisó hasta cansarse.

lunes, 23 de marzo de 2009

El lugar


¿Mi habitación? un solitario espacio al fondo del edificio, al lado del patio central de la manzana. Un pacífico rinconcito de la casa donde a veces entra raspando la luz solar. Lleno de libros que alguna vez terminaré de leer y cubierto de cajas con la esperanza de convertirse en basura se transformó en mi palacio real, un altar de emociones, alegrías y tristezas, de todo tipo de sentimientos .
Unos parlantes (en realidad varios) me hacen compañía cuando me siento delante de la computadora a escribir, o cuando me tiro en la cama a mirar el techo mientras pienso en injusticias y felicidades.
La ventana a mi derecha deja ver que detrás de ella se abre un hermoso patio revuelto de plantas, una ensalada de verdes naturales condimentada con algunos pájaros que llegan en busca de un refugio transitorio.
La cama desordenada la mayor parte del día, por no querer decir el día entero, y las prendas sucias en el suelo, contando también aparatos , como celulares, controles, fósforos, carnets, auriculares, mochila, caja de cds, pintan mi cuarto particularmente de una buena vibra. Algunas veces cuando a la noche después de un arduo día de trabajo llego y cuento con solamente comer y tirarme a dormir, esto del desorden no ayuda de mucho.

En la penumbra de una planta baja se encuentra mi habitación y allí estará por siempre, escondida de los ruidos de automóviles, sumergida en la paz que brinda la flora y fauna de una ciudad endemoniada como lo es capital federal.

Mi habitación.

martes, 17 de marzo de 2009

September

Se supone que ahora debería estar durmiendo, se supone que ya olvidé el pasado, se supuso una vez que todo cambiaría, es verdad, estoy un paso mas cerca del fondo.

miércoles, 11 de marzo de 2009

Cincuenta y Nueve

Los vi dulcemente enlazados, ella sobre el regazo de él protegiéndose del mundo, Él atándola con sus largos brazos de lana cuidando que no caiga ni una gota de pelo. Estaban aquellos, contemplando su imagen, que se dignaban a bajar obiandolos.
Resaltaban como la estatua de una pareja que está a punto de vivir una tragedia, abrazados hasta lo último, sellaban su lazo eterno y sin dejar un espacio libre, querían coser sus ropas y cuerpos de un apretón.
Parecían dormidos y despreocupados, llenos del día y del tiempo... ya no quieren más. Viajaban abrigados de cariño, se comunicaban con ronroneos que embriagaban esta extraña unión de amor de a ratos, luego volvían a la quietud, a la estática, a la inmovilidad.
Fallecían en cada instante de alivio, plasmaban su imagen con cada respiro, combinaban sus bocas con picoteos veloces y cortitos... para mi esto era sagrado.
Toqué el timbre para bajar y no los desperté, dejé que sigan. Eran perfectos como el amor.

martes, 3 de marzo de 2009

HOY

Cosas buenas y malas pasan todos los días, hoy es un día de estos en que nada es lo que parece. Una abeja me ha picado y dejó su aguijón en mi pecho, se fue volando y al regalar sus entrañas no tuvo más remedio que morir unos segundos después.
A esto llamamos Amor, atraviesa el corazón y no tiene cura.


martes, 24 de febrero de 2009

Debajo de la Falda Roja


El tiempo nos arruina a todos, come lentamente cada partícula de nuestro ser, rasca con su espátula diminutas lonjas de materia que caen deshechas dejando recuerdos de toda índole en cada persona. Sin embargo este proceso natural de vida genera una experiencia emotiva. ¿Quien sabe donde nos transportan estas vivencias?¿ si seremos ganadores o perdedores, exitosos o frustrados?, eso ya no importa, los dados fueron lanzados y este juego delicado que intenta ser la vida comenzò hace rato.

Allí a lo lejos se sientan ellos "Dos", y a cada hora, minuto y segundo disputan nuestras vidas en una mesa desbastada por el mismo Tiempo que mira atento a la jugada queriendo ser participe, tratando de mover piezas con su mirada determinante y pintando el escenario con una sonrisa irónica. La nobleza Blanca que aparece al final de nuestras vidas también mira expectante, fatigada, asentando con su cabeza cada partida y mordiéndose los labios, refunfuñando porque está cansada de venir a buscarnos a cada rato. Juntos la pasan bien, allá ellos.



Nosotros acá, chupandole la concha a la Vida y succionando a más no poder como cuando se come moluscos, prendidos a la almeja hasta que salga el bicho entero bañado en licor, que mejor que eso. Tragamos el orgasmo de una hermosa fuente y encima nos quejamos, ¿que más nos queda por hacer?
Un empleo, una mujer, una familia, un amigo, alguien que te escuche y un cigarro hacen que la vida sea más Placentera.
Más difícil para el barbudo de Blanco que todavía pide reverencias en estos tiempos, el Cornudo de Rojo que cree en nosotros y que nadie cree en él y la Nobleza Blanca que nos deja toda la vida de ventaja.
Debajo de esta falda viviremos los años que nos tocan vivir por eso siempre hay que lamer como si fuera la última de todas! Gracias! Gracias a Ella. Eternamente agradecido.


Despegando

No llego lejos, vivo el presente porque todo lo que planeo desiste y cae delante de mis pies, quisiera que no fuese así. Extraño el pasado, todo lo que hubo en él, la viejas aventuras en Lezama, mis hazañas en el colegio, las travesuras del secundario, y mis noviasgos idealistas; cuando la oscuridad no había llegado a los ojos de mi padre, esos eran buenos tiempos.
Entonces me pongo a pensar y descubro que hoy estoy en este lugar por todo lo que hice anteriormente, o por lo que NADA hice.

"Las cosas hay que hacerlas, MAL pero hacerlas." (Frosty)


Dedicados a todos aquellos que se sienten de la misma manera.

miércoles, 11 de febrero de 2009

Discontinuidad

Esta vez si que me quedé sin estrellas. Seguí navegando por estas aguas, como marinero de alta mar desorientado que soy, sin ruta y sin camino, porque las luces de los astros se opacaron dejandome a oscuras en el terrible Océano.

El memorable momento que nadie quiso ver y que sacudió mi cabeza desmembrando mis pensamientos, rebanó lo poco que tenía de conciencia. Esas fueron mis vacaciones, el soplido infame de un prematuro devenir, algo que estaba planeado llegar, desgarrar e irse nuevamente.
El Tiempo, de los tiempos dice que los tiempos no son los mismos. Y también distintos nosotros que vivímos dentro de este paradigma que cambia a nuestro parecer.
Hay gente y gentes. Están aquellos que guardan su corazón en lo profundo de la sombra, o en un cofre como David Jones , temo lo peor para aquellos pero les deseo lo mejor. Lo mismo para esos que riegan la Planta día a día, sin darse cuenta o rociando colosalmente la hierba, no importa, un día al salir de sus casas chocarán con Su árbol frondoso y lleno de frutos. Estarán Contentos.
Algunos llenos de hambre y deseos arman su vida solitarios y crecen a pasos agigantados, hermitaños; otros dejandose llevar y siendo simplemente un reflejo de los demás desperdician su vida, tal vez el tiempo, pero si , pero no…. y finalmente algunos como yo…
Algunos como yo que vamos a paso de tortuga disfrutando o sufriendo cada momento en cámara lenta, curiosos y ansiosos pero lerdos en nuestro camino por lo que dicta la vida. (La cinta de la vida tiene una traba y no puede ser adelantada, ya lo intenté). Ciclotímicos, amigueros por naturaleza y emotivos rodamos por ahí recolectando los matices de cada día, tiñiendo situaciones de a cuerdo a nuestro estado. Esto es un poco de mí y también soy un poco de ellos, y ellos son un poco de todos. Mix.

Ahora las aguas salpican mi cara y refrescan mi piel, miro hacia arriba , y el cielo, que en un punto se había acoplado con el mar, da señales de vida. Un lucero se enciende, mi vista se agudece al tiempo que mis ojos se achican afilando el horizonte. Un barco se aleja del vacío, soy yo... soy yo que vió algo a lo lejos, ¡parece tierra firme!

jueves, 1 de enero de 2009

Un nuevo año, mismas costumbres.

Otro año que se va sin que lo hechen y deseando que no vuelva nunca más. Un año que se encargó de abatirnos en todo momento y remontarnos con cada soplido que daba, un año fatigado que por fin se fue a descansar después de un largo rock ´n roll que compuso y que al mismo tiempo nos hizo bailar día a día. A mí y a los míos, cercanos y compañeros que nunca se rindieron porque simplemente es un año más que pasa por al lado nuestro, mirando de refilón y porque no, deseando con haberse llevado el resto, pero sabemos que no vendrá a tocar nuestra puerta, y si lo hiciera, todo terminaría en la nostálgica melodía de una canción ya escuchada.
Algunos azotados por este 2008 recordaremos las grandes enseñanzas que dejó nuestra fundadora del alma y señora VIDA. Aunque estos latigazos que da la Señora ( a la cual uno no puede seducir y es tan sensual que nos invita a vivirla) dejan marcas y cicatrices abiertas,[los candentes baños de agua y sal seguirán siendo furor].
Hubo también momentos de alegría, chicas que se prestaron a la diversión y otras a la seriedad, 2 casos que a veces me es muy difícil de diferenciar , por eso me reivindico, no era mi intención hacer sentir mal a nadie, solamente contemplar lo que ellas regaron en mí, la planta de la felicidad.
Pero la hierba de la felicidad que crece en nosotros a lo largo del tiempo es frágil y solitaria ( no se fuma ) es la única que no puede ser arrancada pero si caer marchita y lánguida , y cuando esto sucede el sol se apaga y el cielo se oscurece, los matices de la vida nadan en mares nauseabundos contaminados por el espeso petróleo que acarrea la tristeza pretendiendo que algún día se limpien como por arte de magia. Hay una frase que dice: “Existen varias formas de pelar un gato”, el interesante análisis que planeaba realizar con esta frase concluyó tan rápido como escribí estas últimas palabras, vivímos tiempos de corto plazo mental, una pena.
Pero a la vez recuerdo el lugar donde enseñaban este tipo de cosas , analisis semantico, sintático, etc, mi querida primaria... y destaco que es aún el día de hoy que puedo intercambiar varias palabras con algunos de ellos y ellas, los compañeros del Einstein, el colegio de mi infancia que cerró en los días de diciembre para nunca más abrir; se cierra un ciclo, un chorrito más que humedece esta planta sabia, una filosa navaja que revive nuestra metáfora felina.

Buenos y malos momentos, todos se cortan en el mismo punto, Nosotros. No importa si hacemos y dejamos, si caemos, si nos revolcamos, si reímos como niños en el pelotero y si rompemos hojas que nos avergüenza porque siempre sintonizamos el mismo canal desde el día que sacamos la nariz y lloramos boca abajo en un intento de volver al mejor lugar del mundo. Eso es la vida, la insólita manera y afán de encontrar el mejor lugar y momento, ese que dejamos antes de nacer ya estando vivos, vagamos por el mundo buscando la placenta terrenal para sentirnos plenos y completos, humedecidos por el agua que nos hechan, arrugandonos como pasas de uvas con el tiempo pero bien Frescos.
Solo me queda decir que Ella una vez regó mi planta pero eso ya no importa ahora.